El diario de Daniela: Un viaje interno en cuarentena en búsqueda de la libertad de una vida en piloto automático

Fotografia de Daniela Gonzalo.

Siempre hemos escuchado esa famosa frase de “Cuidado con lo que deseas” porque sí, es cierto, podría terminar pasando eso que hemos estado deseando o eso que simplemente nos ha pasado un par de veces por la mente, y la cuestión es que la vida no siempre te va a dar eso exactamente igual a como lo hemos pensado, sino de la manera en que lo necesitamos para crecer y evolucionar como personas, todo esto suena bastante cliché, pero aquí te diré mi última experiencia con el deseo. 

El año pasado empecé un Máster en Comunicación Audiovisual, y lo único que deseaba luego de terminarlo era irme unos meses de retiro espiritual a Bali, con el fin de hacer un voluntariado, estar en silencio, olvidarme del móvil por completo y darme un break de todo lo que conozco por un tiempo.

Claramente por la situación de la pandemia, muchos planes se pospusieron y se paralizaron en todo el mundo, en mi caso particular me agarro en un piso que comparto con una amiga en Madrid, pero ella había decidido irse de España justo antes que decretaran el estado de alarma, y mira cómo es la vida que yo deseaba justo para estas fechas estar en un retiro espiritual Bali, pero estas nuevas circunstancias se estaban dando para que pasara varias semanas encerrada sola. ¿No era esto lo que estaba deseando? Querer estar conmigo a solas. Era la vida misma que me lo estaba colocando de la manera que yo en realidad necesitaba y justo ponerme esa misma prueba, pero bajo otro panorama. 

Esta situación nos tocó de manera distinta y particular a cada uno de nosotros, por eso es muy difícil compararnos con la situación de otro, porque la vivimos de manera única y distinta, lo que para algunos nos parece un poco difícil a otros les parece dramático y exagerado, pero lo que no me cabe duda alguna es que como mencione anteriormente es lo que necesitamos experimentar para nuestro proceso evolutivo. 

Los primeros días en soledad no te lo voy a negar, estuvieron cargados de pura ansiedad, la musa -mi mente- no paraba de pensar, creo que jamás en mi vida había tenido tantos pensamientos por milésima de segundos, muchos de ellos me taladraban de manera repetitiva como esa canción de radio que odiamos pero igual nos sabemos de memoria, bueno así , un delirio, y entre ellas se encontraban: no quiero estar sola, tengo miedo, ¿Cuánto tiempo tardara?, ¿Por qué me habrá tocado así?, y con esta última interrogante fue que me di cuenta de todo.


Ya entiendo porque me está pasando de esta manera, tu no querías tener tiempo en silencio para hacer introspección y trabajar cosas internas que has venido posponiendo por andar viviendo la vida siempre de manera inmediata y apresurada, he aquí la respuesta, que nada pasa de manera aleatoria o casual para la vida de ninguno, todo es una casualidad. 

Entonces te podría definir mi cuarentena con las palabras intimidad y soledad, son dos palabras que separadas quizás no resuenen tanto, pero que juntas en la misma oración pueden ser un poco aterradoras y paralizadoras, porque una vez que estamos en completo silencio nuestra alma comienza a gritar todo ese diálogo interno de pensamientos y palabras ahogadas que han estado en un sutil silencio por mucho más tiempo de lo que imaginamos.

Estar aislada en silencio me ha hecho cuestionarme muchas cosas sobre mí y sobre la verdadera naturaleza humana. Los seres humanos nos hemos empeñado en ser o creer que somos seres llenos de complejidad, solo por el simple hecho de ser los únicos capaces de pensar y sentir, en tener racionabilidad, cuando verdaderamente somos seres mucho más simples y de alguna manera más primitivos de lo que admitimos. Ante situaciones de alerta nuestro cuerpo tiene la capacidad de apagar ciertas funcionalidades de nuestro organismo para maximizar algunas funciones que nos harán sobrevivir de manera instintiva, y nos da ese máximo potencial para resolver cualquier situación de manera innata. Todos estuvimos en un estado de alerta en estos tiempos, pero no todos supimos cómo sacarle provecho.

En estos tiempos, una de las palabras más frecuentes fueron muertes y enfermedades, lo curioso de todo es que muchas de las personas afectadas y los terceros a su alrededor no esperaban vivir una situación tan al límite como para darse cuenta que estaban viviendo en piloto automático todo este tiempo, por así decirlo. 

Ahora, ¿Por qué no hablamos de los que están muertos en vida? 

Esos que se olvidaron de vivir plenamente, de sentir, amar, crecer y soltar. Estamos en una era donde queremos que todo sea inmediato, que el café esté listo en un minuto, que siembres una semilla y al día siguiente tener ya un árbol del tamaño de un edificio, que la persona que te gusta si te dice una vez que no puede ya lo das por descartado. Nos hemos encerrado en ese molde manipulable de mundo instantáneo y a corto plazo, un algoritmo diseñado para vivir una vida más ajena y distante a los otros. 

¿Dónde están las verdaderas cosas que antes nos hacían vibrar y encender el alma? 

Esas largas caminatas nocturnas sin ningún rumbo porque la charla es la que mantiene la ruta, sentarse en un banco en silencio solo viendo las personas pasar, sentarse en una terraza sin sacar ni una vez tu móvil, escribirle una carta a una persona especial, dedicar una canción, tocarle el timbre a un amigo sin avisar, ver un atardecer, tener una conversación sin tiempo y espacio donde no necesitas ni mirar el móvil para ver la hora o utilizar la excusa de saber que está pasando en las redes sociales, en fin se me puede ir la lista para descubrir momentos simples y genuinos.

La verdad es que de la cuarentena puedo sacar varias conclusiones; que los seres humanos somos los únicos capaces de sobreponernos a todas las adversidades del mundo, el humano es un animal de costumbre y que aún nos toca mucho por aprender para humanizarnos más y volver a nuestra esencia. Después de esta experiencia en soledad pude valorar nuevamente las cosas simples y lo que es verdaderamente importante, estar agradecidos por lo que tenemos y no por ese anhelo de lo que aún no, lo poderoso que puede ser lo simple y lo cotidiano, lo poco que necesitamos para vivir. También que las relaciones con otros son necesarias para nuestra alma, el poder de conectar y poder ver el alma del otro, dejarlo entrar a la intimidad de tu ser y convertirse en uno solo con una mirada.

Por Daniela Gonzalo
Editor German Delgado

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